El Tiarajudens, del tamaño de un perro grande, vivió al final del Paleozoico antes de la extinción pérmica, la mayor que ha asolado el planeta y de la que resultaría el festival de dinosaurios que adornó el Mesozoico.
El Tiarajudens, se clasifica como un sinápsido (algo que no es un reptil) del grupo de los terápsidos (sinápsidos no mamíferos) y, en concreto, como un anomodonto, un linaje de herbívoros. En Brasil era donde habitaba este animal, y allí Cisneros, desde la Universidad Federal de Piauí, ha rastreado los depósitos del Pérmico y el Triásico en busca de fósiles.
Pero incluso para su clan, el Tiarajudens era un animal extraño, por su dentición única y especializada, un rasgo no característico de los anomodontos. Además, poseía dos caninos de doce centímetros que sobresalían de su boca, verdaderos dientes de sable, comprimidos lateralmente y esmaltados. Cisneros especula que pudo usarlos "para manipular la comida antes de procesarla, disuadir a los predadores o para exhibición y combate dentro de su especie".
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