Un equipo dirigido por Roy Wogelius y Phil Manning se sirvieron del haz de luz sincrotrón que hay en la Universidad de Stanford y la tecnología de infrarrojos de la de Manchester para revelar la existencia de un tejido blando fosilizado.
Las imágenes que obtuvieron revelan detalles orgánicos de la composición de la piel, como las amidas, porque, como explican en la revista "Royal Society Proceedings B", cuando los compuestos originales de esa piel comenzaron a desintegrarse, dejaron un rastro químico con trazas de metal, y en unas condiciones especiales esos metales acúan como un 'puente' hacia los minerales de los sedimentos, de forma que el material de la piel quedó protegido.
Para el geoquímico Roy Wogelius, "la distribución mapeada de los compuestos organicos y de los metales en una piel de hace millones de años tienen similitudes con la de un lagarto moderno, de forma que es difícil distinguir cual es el fósil y cual el actual y se la logrado gracias a nuevos métodos que revelan patrones químicos que se pasaron por alto hasta ahora".
Para obtener estos resultados, los investigadores utilizaron una luz infrarroja que hace vibrar la piel fosilizada y un cristal minúsculo, como la aguja de un viejo fonógrafo. En cada punto donde el cristal minúsculo tocaba el fosil, un haz infrarrojo brillaba y la señal reflejaba cambiaba según los componentes químicos, que eran detectados sin necesidad de destruir los fósiles.
Manning se felicitaba de que la física, la paleontología y la química se hayan encontrado para penetrar de forma increíble a los bloques huecos del tejido suave fosilizado. "Los resultados de este estudio tienen implicaciones más amplias, tales como comprensión de qué sucede a los restos enterrados durante largos periodos del tiempo.
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